El Camino del Hombre hacia Dios.
Por: www.amen-amen.net
 
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo… acerquémonos con corazón sincero. – Hebreos 10:19-22.

Tan pronto como Dios sacó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, la Escritura nos habla del deseo de Dios de habitar con el hombre (Éxodo 15:17). Dios dio a Moisés instrucciones precisas para que construyera un “tabernáculo” en el cual reposaría el “arca”, una especie de cofre que, por su estructura y contenido, es una imagen de Cristo mismo. Todo eso estaba situado en medio de un recinto llamado “atrio” (Éxodo 25-27). Pero, ¿verdaderamente el Dios justo y santo puede morar con el hombre pecador sin condenarle?

Si examinamos en qué orden son presentados los diferentes elementos que componían ese tabernáculo, comprendemos que Dios hizo todo lo necesario para abrirle al ser humano un acceso hacia Él. En efecto, las instrucciones dadas al pueblo de Israel empezaban por el arca (símbolo de Cristo mismo) y proseguían con el altar donde se quemaban las víctimas sacrificadas, impresionante figura de Jesús, santa víctima que sobrellevó, en nuestro lugar, en la cruz el juicio divino contra el pecado.

Por último, la única puerta de acceso al atrio era ampliamente abierta, ya que tenía unos cinco metros de ancho. Aún hoy resuenan estas palabras de Jesús: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9). Contrariamente a la lógica humana, la puerta se nombra de último. Fue necesario que la grandeza del Señor y luego su muerte se revelaran para que el camino hacia Dios fuera abierto al ser humano.
 

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